21 de septiembre de 2011

Estás corriendo con el diablo.

Estás corriendo con el diablo.
Y te sacó ventaja. La carrera lleva horas, hasta días quizás. Estás exhausto, el cansancio te abraza por el cuello, se cuelga de tus piernas, no puedes respirar y estás a punto de  caer.
Él corre, casi flota. Sonríe, lo disfruta. Bebe de tu sudor. Mírale las piernas, si puedes…
Casi no toca el suelo, es como uno de esos caballos salvajes de los desiertos arábicos. Quizás lo sea.

Con tu último aliento, con lo poco que te queda de alma virgen, deseas pedirle un arreglo. Pero es tarde, está lejos y no te oye. No quiere oírte.

Te das por vencido, aunque ya lo estabas desde antes de iniciar la carrera, pero no te dabas cuenta, ni lo haces ahora. Quizás nunca. Pusiste tu firma en las reglas del juego. Hoy apostaste tu capacidad de administrar tu tiempo libre de una manera práctica y provechosa.

Hoy acabas de comprar un LCD 42” en 50 cuotas.




*Imagen: "Magic, 1400s–1950s" (Taschen)